Piensa en tu videojuego favorito. ¿Recuerdas cómo perdías en los primeros niveles? Sólo fue cuestión de aprender un poco más sobre estrategias y movimientos (más un poco de obstinación) para dominarlo y ser todo un master hasta la fecha. ¿Qué mejor motivador necesitamos que el de enfrentar y superar retos?
Los investigadores sobre gamificación se dieron cuenta de ello, pues a pesar de que aparentemente sólo presionamos un par de botones, aprendemos de nuestros errores para solucionar problemas posteriores y mejoramos nuestro desempeño en cada nivel que se nos presenta. Esto puede explicar en gran medida no sólo el poder que tienen los videojuegos sobre el aprendizaje, sino también la principal razón por la que nos parecen tan adictivos, el desafío.
Los desafíos son motivadores intrínsecos que provocan en nosotros una innegable obsesión por no desear despegar la vista de los videojuegos hasta que no derrotemos al enemigo, acumulemos los puntos necesarios, atravesemos todos los obstáculos, etcétera.
La clave del éxito de un desafío consiste en el equilibrio de sus elementos: habilidad y dificultad.
Sin importar la clase de desafío del que se trate, este se compone de dos elementos clave, las habilidades y las dificultades. Las habilidades son aquellas capacidades que el usuario comienza a adquirir conforme resuelve las dificultades del juego. Mientras que las dificultades son todos aquellos obstáculos y pruebas que se le presentan.
Parte de la tarea de los desarrolladores de juegos y gamificadores consiste en conseguir un balance entre las habilidades y dificultades pues, una gran dificultad pero poca habilidad se convierte en ansiedad, y demasiada habilidad pero poca dificultad se convierte en aburrimiento. Para poder explicarlo gráficamente, fue Jesse Schell en su libro Art Game Design quien desarrolló una representación de equilibrio denominado “flow channel” o canal de flujo.
Nota: Un canal de flujo no es lineal, puesto que la dificultad aumenta en determinada etapa. Por ejemplo: La batalla final contra algún jefe antes de subir de nivel.
Figure 9.7 Jesse Schell. (2008) Art of Game Design. Morgan Kaufmann Publishers. Pág. 121
Tener un buen canal de flujo nos permite mantener un balance para mantener a nuestros usuarios anclados a nuestros proyectos, evitando que se aburran por la facilidad o se estresen por la dificultad, pues de un modo u otro, ambas resultan rezago.
Al realizar un canal de flujo para nuestro proyecto de gamificación, debemos responder tres preguntas clave: ¿Las habilidades son duras de conseguir pero lo suficientemente accesibles? ¿Qué tan significativos serían los desafíos para los usuarios? ¿El resultado de cada desafío es verdaderamente interesante?
Debemos conocer qué habilidades son necesarias que adquieran los usuarios y saber distinguir de entre los resultados que queremos (diseñadores de juego y de aplicaciones) y los resultados gratificantes que recibirá el usuario.
Un buen anclaje de juego no sólo involucra desafío, también es entretenido.
Requerimos y adquirimos distintas habilidades a lo largo de un juego y algunas serán más útiles que otras, pero esta interconectividad nos permite utilizar más de una para poder alcanzar nuestros objetivos. Y tú, ¿ya conoces de qué habilidades dotar a tu equipo?